Los Juegos Olímpicos han destacado por trascender más allá del deporte. Para muestra de ello, basta ver las historias alrededor de algunos atletas presentes en la edición de Tokio. De entre todas las narrativas emotivas, sin duda destaca la de Jordan Pisey Windle, un clavadista que hoy goza de fama y éxito, pero que no siempre tuvo la vida resuelta.
Con sólo unas semanas de edad, Jordan fue abandonado en un orfanato de su natal Camboya. Allí, se enfrentó a la marginación, a la desnutrición y a la indiferencia de miles de familias potenciales.
Sin embargo, Jordan llegó relativamente íntegro a los 18 meses de edad, todo gracias al trabajo de sus cuidadoras.
Durante esa misma época, un hombre soltero de nombre Jerry Windle y radicado en Estados Unidos, anhelaba ser padre. Sin embargo, ya se había enfrentado a cientos de negativas de adopción por ser homosexual y por vivir solo.
Y es que si de por sí aún se debate la adopción para hogares homoparentales, imagina el contexto hace 20 años para un adulto soltero.
Sin embargo, Jerry vio la oportunidad de realizar su sueño de paternidad cuando leyó sobre el caso de adopción de un niño en Camboya.
Curiosamente, el «caso de éxito» que Jerry leyó, era muy similar al suyo: un hombre homosexual y soltero había logrado adoptar un niño en aquel país. Sin pensarlo dos veces, Windle tomó un vuelo a Camoya e inició el papeleo necesario para adoptar.
Así fue como el pequeño Jordan terminó en manos de Jerry, quien lo crió con todo el apoyo, amor y solidaridad que sólo un verdadero padre puede dar.
De hecho, Jerry notó las inquietudes deportivas de su hijo desde el principio: cuando Jordan le dijo que quería tomar lecciones de buceo a los 7 años, Windle no dudó en inscribirlo y en estar al pendiente de su evolución. Hoy, con 22 años, Jordan vive muy agradecido con su padre, dedicándole sus galardones y asegurándole en diversas ocasiones, que no pudo elegir a un mejor mentor para su vida.

Fuente: Playground, Diverso Ecuador