Dos personas trans y una persona no binaria cuentan su experiencia con la menstruación. “Necesitamos otras narrativas menstruantes”, afirman.
GUADALAJARA, México. “Me dio mucha vergüenza, pero no sabía por qué. Y lo escondí, lo escondí. Hasta que una vez que estaba lavando mi ropa, porque yo lavaba mi ropa interior, mi mamá lo vio y me dijo ‘¿por qué no me dijiste?’. Fue un regaño. Después le contó a todo el mundo, como de que yo ya era mujercita y me dio más vergüenza”.
Así recuerda Adonai la primera vez que menstruó.
En México, como en muchas partes del mundo, se habla poco de la menstruación. Y cuando se hace todavía suele ser desde la vergüenza, el miedo y la desinformación. Incluso se asume que todas las mujeres menstrúan y que todas las personas que menstrúan son mujeres.
Presentes conversó con Adonai Urrea (32 años), Raúl Cervera (27 años) y Nad Matamoros (39 años) para conocer su experiencia con la menstruación como hombres trans y persona no binaria.
Nota 1: No todos los hombres trans, personas transmasculinas y no binarias que fueron asignadas mujeres al nacer experimentan dismorfia o disforia de género por menstruar.
Nota 2: ¿Qué es la disforia de género? Es la sensación de incomodidad o conflicto entre la forma en cómo una persona desea presentar su género al mundo y la forma en que se percibe su género, especialmente por las características sexuales secundarias, como menstruar.
“Cuando tuve mi primer periodo me hicieron un pastel, güey”
Adonai Urrea creció en Sonora, un estado al norte de México y recuerda que la primera información sobre la menstruación vino por la herencia de su abuela. “Mi mamá heredó de mi abuela la forma tosca de hablar de educación sexual y eso recibimos yo y mis hermanas. En quinto grado nos pusieron un video sobre reproducción, pero no explicaba la menstruación. Mi primer acercamiento como tal al tema fue con mi primera menstruación”.
La experiencia de Raúl Cervera, quien creció en la Ciudad de México, no es tan distinta. “Antes de empezar a menstruar, mis papás me dijeron lo básico, me dieron libros, pero me costó entenderlo. Cuando comencé, ni siquiera sabía que estaba menstruando. Manchaba mi ropa, la escondía, la lavaba… hasta que se dieron cuenta y se emocionaron, me dijeron, ‘felicidades ya estás convirtiéndote en una señorita’”.
Para Nad que creció en Baja California, su madre fue la primera persona en brindarle información sobre sexualidad. “La verdad que fui afortunade porque mi mamá nunca me ocultó nada, fue muy abierta, había una onda de confianza y se lo agradezco… pero cuando tuve mi primer periodo me hicieron un pastel, güey. Yo no me asusté por sangrar, no me dio asco, pero fue embarazoso que hicieran fiesta, o sea ¿qué necesidad? Es como las fiestas de XV años, es la misma onda ese pedo, es presentarte ante la sociedad como persona que ya puede reproducirse”.
De acuerdo a datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) sólo el 16% de las niñas y adolescentes cuentan con conocimientos y significados precisos sobre la menstruación. Ese porcentaje cae al 5% en hombres adolescentes.
Además, solo el 5% de las madres y los padres hablan con sus hijes de menstruación y el 7% del personal de salud inciden sobre el tema en niñas y mujeres adolescentes.
Los testimonios de Nad, Raúl y Adonai comparten la narrativa de que su menarquia (primer sangrado menstrual) fue una especie de puerta o inauguración a “la feminidad” y que está intrínsecamente vinculada con la reproducción.
Pero entonces, ¿qué es la menstruación?
“Es difícil definir la menstruación fuera de la medicina occidental, el androcentrismo. Por mucho tiempo se creía que la menstruación era un proceso reproductivo, así como una capacidad reproductiva de personas nombradas mujeres. Cuando estudiamos la menstruación entonces nos damos cuenta que tanto la menstruación como el ciclo menstrual no es sólo una respuesta reproductiva, sino que es un ciclo vital más, en el que se involucran la interacción de órganos, el funcionamiento muscular, de las articulaciones, el corazón, los intestinos y el trabajo en equipo con la salud sexual, física y mental”, comentó a Presentes, Danielle Orendain, psicóloga y pedagoga menstrual.
“Urge transgredir la educación sexual y menstrual”
Para Orendain en México sí hay educación sexual, pero ésta es, en la mayoría de las ocasiones, gestionada desde “la prohibición, el castigo, la censura del placer, la imposición del binarismo y los roles de género”.
En las escuelas públicas del país, la información acerca de la menstruación se limita a apartados pequeños en los libros de texto de ciencias naturales que vincula el ciclo menstrual a la reproducción y se habla de ella como un proceso regular y “en ocasiones doloroso”. Y nada más.
De acuerdo a la experiencia de Raúl y Adonai las explicaciones que tuvieron en sus escuelas primarias y secundarias se daban en clases separadas por género en el que solo a las niñas se les explicaba la menstruación y el ciclo de embarazo, por ejemplo.
“Es terrible cómo se bombardea a las infancias y juventudes una vez que tienen su menarquia. Si a estos procesos vitales les comenzamos a poner todas estas cargas sociales como el ‘ya eres mujer o señorita’; o se nos prohíbe jugar; o se nos prohíbe juntarnos con niños porque ahora ‘te tienes que cuidar’ y en ese mensaje viene implícito ‘te van a embarazar’. Y se nos cargan responsabilidades a cumplir como el trabajo en casa y de cuidados, entonces imagínate, es un impacto muy grande para nuestra salud mental, para las formas de socialización, para el entendimiento de nuestro alrededor, de nuestra propia individualidad e incluso, hablando de personas menstruantes trans o no binarias, pues va a impactar también en sus procesos de identidad y de transición. Por eso urge transgredir la educación sexual y menstrual y desvincularla a solo la salud reproductiva”, agrega Danielle Orendain.
Las experiencias
Para Nad, desde su experiencia como persona no binaria y terapeuta, transgredir los conocimientos sobre menstruación también implica que se deje de romantizar el ciclo menstrual como un proceso reconciliante, indoloro, regular.
“En círculos feministas, carpas rojas y grupos de mujeres me empezó a chocar cuando hablaban de que si no eres regular, que si tienes cólicos o cualquier otra cosa es porque no te aceptas. Porque rechazas tu energía femenina y bla bla bla. Escuchar eso, como persona no binaria me confrontó mucho porque pareciera que te culparan de lo que tú sientes, de lo que eres, porque según ellas no te aceptas o porque te sometes a tratamientos hormonales. Para mí esos discursos son muy esencialistas y binarios; a veces creemos que lo nos funciona les va a servir a todas las personas. Y no, hay un montón de cosas que tomar en cuenta como la clase, la ruralidad, la urbanidad, el acceso a agua y mil cosas. Y por eso yo genero mis propios rituales y trato de ser cuidadose porque, así como habemos diversidad de cuerpos feminizados, también contextos”.
La pedagoga Danielle Orendain considera que los acompañamientos y la educación menstrual “deben suceder lejos de toda lógica que busque alfabetizar los cuerpos”, y así lo explica:
“No existe una sola forma de menstruar, tampoco una correcta. Hay personas a las que nos duele menstruar, que vivimos dolores físicos, que nos llevan a romper con nuestra rutina diaria; hay personas que menstruar les dispara disforia de género, hay experiencias donde incluso menstruar puede ser condenable o llevar a las personas a situaciones de burla, violencia y marginación”.
Menstruar siendo trans: Baños, miedos y disforias
Raúl Cervera, 27 años, periodista deportivo.
“Cuando empecé con hormonas creo que tuve suerte, y no es que tuviera disforia al menstruar, pero mi periodo se fue muy muy rápido. Pero en ese inter (en lo que el ciclo menstrual desaparecía) yo empezaba a entrar al baño de hombres y si estaba menstruando me aterraba. Era de esconder todo, que no se oiga que abres la toalla, era muy cuidadoso, pero también llegué a evitar cambiarme la toalla en lugares públicos y lo hacía hasta mi casa. Creo que mi relación con la menstruación no ha sido positiva, tampoco terrible, pero creo que sí hay miedo. No de mí sino de afuera y las reacciones en espacios como el baño”.
El baño, dice Raúl, “es un espacio que suele dar miedo a las personas trans porque ahí se configuran muchas normas del género, ¿no? como esto de que’ “los hombres no menstrúan’, hasta orinar de pie. Y creo que ese miedo y disforia viene del reforzamiento que tenemos desde pequeñas: menstruación igual a mujer. Entonces creo que después de este bombardeo el que algunos hombres trans vivan esa disforia o ese rechazo a la menstruación es súper válido”.
Algo así también subraya Paul Preciado en su artículo Basura y Género. Mear/Cagar. Masculino / Femenino. “No vamos a los baños a evacuar sino a hacer nuestras necesidades de género. No vamos a mear sino a reafirmar los códigos de la masculinidad y la feminidad en el espacio público”.
Para Raúl, menstruar siendo un hombre trans también involucra los cólicos. “Pedir una pastilla era y es, a veces, complicado, porque no quiero salir del clóset como trans a cada rato. Y sí, ya no menstrúo, pero me siguen dando cólicos”.

Fuente – Agencias Presentes, Portal Diverso Ecuador.